Un paso estratégico para la familia empresaria
Nombrar a un directivo no familiar suele marcar un antes y un después en la historia de muchas empresas familiares.
Es un paso que puede abrir nuevas oportunidades de crecimiento, innovación y profesionalización, pero que también despierta dudas legítimas:
¿Entenderá este nuevo líder la cultura que nos ha hecho llegar hasta aquí?
¿Sabrá mantener los valores que la familia considera irrenunciables?
Incorporar a un profesional externo no significa perder el control ni el legado. Significa asumir un nuevo rol: el de propietarios que gobiernan estratégicamente, confiando en un liderazgo profesional que haga realidad su visión.
Entender el cambio: de la gestión al gobierno
Cuando la familia empresaria decide delegar la dirección del negocio, cambia su forma de participar en la empresa.
Ya no se trata de estar en el día a día operativo, sino de definir el rumbo, establecer objetivos y transmitir los valores que deben guiar las decisiones del nuevo equipo directivo.
Este cambio de enfoque exige preparación. Antes de iniciar el proceso de búsqueda o nombramiento, la familia debería preguntarse:
- ¿Qué espera realmente de este nuevo liderazgo?
- ¿Qué aspectos de la cultura familiar deben preservarse?
- ¿Qué grado de autonomía se le otorgará al directivo?
Cuanto más claras sean las respuestas, más fácil será construir una relación basada en la confianza mutua.
Convivir sin perder identidad
La llegada de un directivo no familiar supone, inevitablemente, un cambio en la dinámica interna.
La familia debe aprender a comunicar sus expectativas de forma estructurada y evitar intervenir directamente en la gestión.
Una buena práctica es crear o reforzar un Consejo de Familia, que permita canalizar la voz de los propietarios y tratar los asuntos familiares por separado del negocio.
De este modo, el Consejo de Administración puede centrarse en los temas empresariales, mientras la familia mantiene un espacio propio para cuidar su unidad, sus valores y su legado.
Este equilibrio es fundamental: permite que el nuevo líder gestione con libertad, sin que la empresa pierda su esencia.
Profesionalizar sin perder el alma familiar
La profesionalización no implica reemplazar los valores familiares por normas corporativas.
Significa, más bien, traducir esos valores en criterios de gestión que orienten las decisiones, la estrategia y las relaciones dentro de la empresa.
Un directivo no familiar puede ser el aliado perfecto para dar este paso si encuentra una familia propietaria comprometida, con visión clara y una estructura de gobierno sólida.
Así, el negocio crece, la familia mantiene su cohesión y el legado se proyecta hacia las siguientes generaciones.