Los conflictos entre hermanos en una empresa familiar no siempre comienzan con una gran discusión. A veces aparecen en los silencios; en las decisiones que no se comparten o en los gestos pequeños que nunca se explican.
La historia de los fundadores de Adidas y Puma es tan fascinante como incómoda. Fascinante por cómo transformaron su industria. Incómoda porque muestra lo que puede ocurrir cuando una relación entre hermanos, sin el cuidado necesario, se desgasta hasta el punto de la ruptura total.
Adolf y Rudolf Dassler no solo compartían una empresa: compartían infancia, apellido y sueños. Sin embargo, acabaron dividiéndose todo, incluso el pueblo donde crecieron. Su historia no habla solo de marcas globales; habla de vínculos rotos y decisiones postergadas.
Una dinámica que parecía sólida
En los años 20, en la ciudad alemana de Herzogenaurach, los hermanos Dassler fundaron una fábrica de calzado deportivo que pronto alcanzaría notoriedad internacional. Adolf (conocido como Adi), de carácter reservado y detallista, se dedicaba a la innovación técnica de los productos. Rudolf (Rudi), en cambio, era extrovertido y tenía gran habilidad comercial. Durante años, esa combinación fue su mayor fortaleza.
Sin embargo, en una empresa familiar liderada por hermanos, las diferencias de personalidad pueden convertirse en el origen del conflicto si no se gestionan con respeto mutuo y diálogo frecuente. Lo que al principio suma, más tarde puede dividir.
El negocio crece, pero la relación se enfría
El éxito internacional llegó tras los Juegos Olímpicos de Berlín 1936. Las zapatillas de los Dassler calzaron a Jesse Owens, y su reputación creció rápidamente. Sin embargo, también crecieron las tensiones.
Las decisiones empezaron a tomarse sin consenso. Surgieron desconfianzas, malentendidos y, con el tiempo, una distancia emocional difícil de cerrar. El contexto de la guerra solo aceleró una fractura que venía gestándose desde hacía años.En muchos casos, los conflictos en las empresas familiares no estallan de forma abrupta. Se construyen en lo cotidiano, cuando el negocio se impone sobre el vínculo.
Cuando los conflictos entre hermanos lo dividen todo
En 1948, los hermanos sellaron su separación. Cada uno fundó su propia empresa: Adi creó Adidas; Rudi, Puma. La ruptura fue tan profunda que dividió a su familia, a sus empleados e incluso a su ciudad.
Nunca volvieron a hablarse. Ni siquiera en la muerte se reconciliaron: pidieron ser enterrados en extremos opuestos del mismo cementerio. Un conflicto familiar no resuelto puede tener consecuencias más duraderas que cualquier desacuerdo comercial.
Lo que esta historia nos recuerda
El caso de Adidas y Puma sigue resonando porque toca una fibra común: muchos hermanos que trabajan juntos experimentan tensiones similares, aunque no terminen en una ruptura definitiva.
Compartir una empresa con un hermano o hermana es una oportunidad enorme, pero también una relación que necesita atención continua. Los problemas entre hermanos en una empresa familiar suelen escalar cuando se dejan sin nombre y sin espacio.
No basta con confiar en que “nos queremos” o “nos conocemos desde siempre”. El cariño no reemplaza a la comunicación; la historia compartida no reemplaza a las conversaciones pendientes. Separar los roles, establecer acuerdos claros, dedicar tiempo al diálogo y recordar que el negocio no puede reemplazar al vínculo fraterno son acciones fundamentales. La historia de los Dassler no tiene por qué repetirse.